Profesorado

VALENTÍN CASAMAYOR, Gabriel

 

Maestro Nacional del pueblo.

Su esposa se llamaba "Doña Valentina".

Considerado exigente pero los testigos del pueblo coinciden en señalarlo como muy buen maestro. 

 

Fuentes: 

Foto de «Aibar/Oibar  Historia» Ed. Altaffaylla. P. 613.

RODRÍGUEZ, Mauricio

Mauricio Rodríguez, profesor de Gordoa, localidad alavesa. Euskadi.

9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta
Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras almaestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
Más enlaces relacionados:

 

Aparentemente no aparece en «Navarra 1936...»

GIL, Miguel

profesor miguel gil

Profesor de Zalduondo, localidad alavesa (Euskadi).

9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta
Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras al maestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
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DOMINGO, Bernardino

Profesor de Galarreta, localidad alavesa (Euskadi).
9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta

Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).

«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras al maestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
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GOÑI BIURRUN, Felisa

Natural de Belascoain, nacida el 21 de Febrero de 1896. Maestra. Fue fusilada junto al también maestro Julián Pérez Rodríguez. Ambos fusilados en algún paraje entre Tolosa y Berástegi tras su detención el 23 de octubre de 1936.

Su esposo Saturnino Garbisu Arbizu, de Vidaurreta también fue fusilado el 28 de octubre de 1936.

Sus dos hijos quedaron por tanto huérfanos de padre y madre.

 

Fuentes:

«El otoño de 1936 en Guipúzcoa: los fusilamientos de Hernani». Pag. 318. Mikel Aizpuru

YOLDI BEREAU, Jesús

 

Alcalde de Granada en 1932 por Izquierda Republicana. Recluido en la Cárcel de Viznar (Granada). Fusilado. Cementerio de Granada. Patio San José

Asesinado / Fusilado en: 23/10/1936.

Nacido en Arizkun (Baztan) el 04/12/1894.

«D. Jesús Yoldi Bereau nació el 4 de diciembre de 1894 en Arizkun (Navarra). Su expediente académico se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, donde consta haber realizado el bachillerato en el Instituto de Zaragoza (20 de junio de 1911), ser licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Zaragoza el 25 de septiembre de 1915 con nota de sobresaliente y con  premio extraordinario de carrera el 15 de junio de 1917. También consta que fue Doctor en Ciencias, Sección de Químicas a los 23 años (Real Decreto  del 7 de diciembre de 1917).

Tras su doctorado, el profesor Jesús Yoldi Bereau fue nombrado Profesor Encargado del curso práctico de Química general en la Universidad de Zaragoza y en 1918 se trasladó a la Universidad de Sevilla, donde fue nombrado Profesor Auxiliar interino de Química Inorgánica en la Facultad de Ciencias. En 1922 obtuvo la cátedra de Química General de la Facultad de Medicina de Cádiz, entonces perteneciente a la Universidad de Sevilla. En 1924 se incorpora a la Universidad de Granada como catedrático de Química General de la Facultad de Ciencias por traslado desde la Universidad de Sevilla y tras la jubilación de su titular D. José Alonso Fernández en 1923. En contra de lo que se menciona con frecuencia en biografías sobre el poeta Federico García Lorca, el profesor Yoldi no fue nunca catedrático de Farmacia, aunque si impartió también docencia tanto en esta Facultad como en la de Medicina. Sobre la relación del poeta y el profesor de química volveremos más adelante.

Cabe recordar aquí que el discurso de apertura del curso académico 1929-30, en la Universidad de Granada, fue pronunciado por el profesor Yoldi y versó sobre “El elemento químico: su evolución y concepto actual”. Su lectura pone de manifiesto el perfecto conocimiento que el profesor Yoldi tenía de los últimos avances producidos en la Química durante el primer cuarto del siglo XX. Su conocimiento de la lengua alemana y la abundante bibliografía de la que disponía (1), a buen seguro le posibilitaron escribir el documentado discurso.

Un año antes, en 1928, Jesús Yoldi se había casado con Beatriz Pérez Pérez, natural de Capileira, con quien tuvo tres hijos, Jesús, Antonio Luis y Victoriano.

La implicación del profesor Yoldi con la Universidad de Granada fue inmediata desde su incorporación, impartiendo tanto los cursos de Química General como los dos de Química Analítica (o Análisis Químico, según el plan de estudios) que tenía acumulados. En algún caso impartió otros cursos como Electroquímica (1924-1925) e incluso Química Técnica (1928-1929). De hecho, el profesor Yoldi fue nombrado catedrático de Química Técnica en 1929 como consecuencia de la supresión del área de Química General (Real Orden de 27 de agosto de 1929), regresando a su nombramiento anterior en 1930 por derogación de la Real Orden correspondiente. A título de curiosidad, aún se conserva su programa de 48 lecciones detallado y manuscrito de esta asignatura de Química Técnica. Todo ello, además de la docencia que impartía en la Facultades de Farmacia y Medicina (...)

En julio de 1936, durante sus vacaciones en Capileira (pueblo natal de su esposa), el profesor Yoldi es detenido por miembros de la Guardia Civil que apoyaban a los militares sublevados el 18 de ese mes y llevado a la calle Duquesa donde los golpistas tenían su “Gobierno Civil”; desde allí es conducido a la cárcel y posteriormente a “Las Colonias” de Víznar.

Desde julio hasta octubre de 1936 el profesor Yoldi, conjuntamente con Joaquín García Labella, catedrático de Derecho Político, fueron forzados a cavar las fosas y enterrar en el barranco de Viznar a los que habían sido sus amigos y compañeros fieles al legal Gobierno de la IIª República Española. En septiembre se le concedió un “permiso” de tres días para posteriormente ser de nuevo encerrado en la cárcel de Granada y finalmente fusilado contra las tapias del cementerio el 23 de octubre de 1936 , tal y como consta en el Registro Civil del Campillo en el folio 314, número 1645, libro 114, en donde queda anotado que Yoldi Bereau “ falleció en la demarcación de este distrito el día 23 del actual a consecuencia de heridas por arma de fuego, según resulta de la orden recibida y su cadáver recibió sepultura en el cementerio de esta capital”. Los restos del profesor Yoldi descansan hoy día, junto con los de su esposa y su hijo Victoriano, en el cementerio de Capileira. En esa misma fecha era también asesinado en Víznar, junto con 28 ciudadanos más, el que fuera rector de la universidad granadina, Salvador Vila Hernández, y bien podría extenderse al Profesor Yoldi el contenido y sentir de la placa que en 2005 se añadió al retrato del ex rector en el Salón de Rectores del Hospital Real: “Fue fusilado por sus ideas y sin procedimiento legal el 23 de octubre de 1936 en Víznar” (...)

Con el fusilamiento del profesor Yoldi, y de tantos otros profesores y personajes relevantes, se pretendía dar un escarmiento a aquellos sectores de la intelectualidad granadina que se habían atrevido a cuestionar los pilares básicos de una sociedad y una Universidad profundamente reaccionarias que hacían, de nuevo, del yugo y las flechas su razón de ser.  Sectores reaccionarios que imponían, una vez más, por la fuerza de las armas lo que no habían logrado con la fuerza de los votos y la razón. El daño al desarrollo científico y cultural de la Universidad de Granada ya estaba hecho y la posibilidad de existencia de una sociedad moderna y avanzada aplazada durante, al menos, cuarenta años.» [01]

«O el químico Jesús Yoldi (Arizkun, Navarra, 1894 - Granada, 1936), docente y alcalde de Granada. Detenido en julio de 1936, lo obligaron a cavar fosas en el barranco de Víznar y, en octubre, murió a tiros contra las tapias del cementerio. »

Fuentes:

[01] Biografía completa y abundantes fuentes documentales en Generaciones de Plata:

http://generacionesdeplata.fundaciondescubre.es/2013/07/21/jesus-yoldi-bereau/

 

[02] http://www.eldiario.es/andalucia/Generaciones-recuperando-cientificos-represaliados-franquismo_0_206480342.html

NOTA: Su caso no aparece -a diciembre de 2013- recogido en le FDMHN. Desde PDM consultaremos al respecto.
http://memoria-oroimena.unavarra.es/es/buscar/?nome=&apellido1=yoldi

Registrado en Todoslosnombres.org como "Auriscun" (no podemos devolver el enlace por el tipo de arquitectura de dicha página, que no ofrece enlaces directos a las fichas ni búsquedas generales en la página, actualmente que buscarlo como nacido en "Auriscun" o con el nombre exacto).


 

ÁLVAREZ CALVO, Cecilia.

Era de Navarra. Maestra de Villalangua, militaba en la FETE. Se suicidó junto con su hermana en la cárcel el 13 de septiembre de 1936.

Según este texto hablamos de dos  hermanas "Álvarez Calvo", probablemente ambas nacidas en Navarra. 
Fuente:
«Montborg. Bitácora, weblog o blog de Herminio Lafoz Rabaza EL ATROZ DESMOCHE - DOCENTES DE IZQUIERDA ASESINADOS EN ARAGON EN LA GUERRA CIVIL Y
DESPUÉS» VER

BADOS, Balbino

Mikel Arizaleta explica en un artículo publicado por Rebelión los motivos del retraso en la publicación de libros y datos fundamentales con testimonios detallados de los asesinatos, de los verdugos, de las vergonzosas y terribles dinámicas de terror sistemático. Motivos que retrasan 50 años por ejemplo la publicación de las memorias del fraile Gurmesindo de Estella ...

«El otro es lo ocurrido con Balbino Bados, maestro de Peralta, socialista, activista político y cultural y hermano de otro maestro asesinado un mes antes en la carretera de Alsasua a Pamplona. Bados consigue escapar a Francia pero regresa por la familia. Los requetés y falangistas vigilan su llegada y le cazan en cuanto pone pie en casa. Y en la boca de la sima donde lo van a arrojar le espera con su pistola su primo: -“¿Tú vas a matarme?” Y la respuesta de su primo: -“No te mato yo, te mata la justicia”. Le dio un tiro en la sien y cayó a la sima. 

Su hijo, nacido un año antes de su asesinato, en 1935, también maestro, murió el 2012. Balbino Bados Artiz fue presidente del Parlamento de Navarra en los 80 y senador por UPN en los 90, partido-camada entre otros de requetés y falangistas del 36, verdugos de su padre . “Balbino Bados, el hijo del asesinado –comenta Miguel Sánchez-Ostiz en El Escarmiento-, también maestro, que vio cómo se llevaban a su padre para matarlo, fue Presidente del Parlamento Foral de Navarra, por UPN, partido de derechas poco o nada favorable, y renuente siempre, a desarrollar asuntos de memoria histórica o de reconocimiento a las víctimas; su actitud personal en estos fue de abstención. ¿Se le puede reprochar algo? Yo no. Sus razones tendría”. 

¿Cuáles? ¿Miedo, religión, sumisión, que no se cabreen los verdugos, que siga reinando el silencio…? Los 51 fusilados en Valcarnera, como otros muchos defensores del gobierno legítimo de su tiempo y buenas personas, siguen en el 2013 sepultados en campos arados, en cunetas y entre zarzas... con gobiernos del PP y del PSOE.

Y luego, cuando los verdugos se hicieron ley, jueces, fiscales, alcaldes, guardias civiles, ejército, iglesia, lectura obligada… y gobierno reinó un gran silencio de miedo, de lágrimas de impotencia, de sumisión, que ha durado, ¿sigue durando?, hasta hoy. ¿Hasta cuándo? »

Artículo de Rebelión, «23 de agosto, día de escarmiento 23-08-2013»: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172880

El cuerpo de Balbino Bados ha aparecido en la reapertura de la Sima de El Raso en Urbasa.

Noticias sobre la exhumación de la Sima de El Raso: VER

OSCOZ URRIZA, María Camino

.: “María Camino Andrea Oscoz Urriza”

Nació el 11 de abril de 1910. Archivo Municipal de Pamplona (AMP), Registro denacidos 1902-1912, nº 36 del mes. Archivo parroquial de San Saturnino, Bautizados, 14, f. 269, n° 28 [01]

Maestra de Güesa. 22 años. Secretaria del partido Comunista. Asesinada en Pamplona. Hija de Antonio / Anastasia. (En Altaffaylla aparece con 26 años). Afín al PC, soltera y compañera de Tomás Ariz (conocido líder del PC de Pamplona) que ya había sido fusilado antes que a Camino, dato que ella seguramente conocía en el momento de su detención.

«A una sima de Urbasa es posible que fuera a parar la maestra Camino Oscoz Urriza, de 26 años, cuya detención y humillaciones relató Galo Vierge en Los culpables.» [01]

Miguel Sánchez Ostiz recoge una crónica cruda y detallada reconstruyendo el calvario de Maria Camino en sus últimas horas.

La detienen el 1 de Agosto.

Nació en la Calle de Santo Domingo en Pamplona. Era hija de Antonio y Anastasia.

Fue paseada y humillada por Pamplona, varios falangistas, entre ellos el cruel motejado como "toico" le administran grandes dosis de aceite de ricino. Seguramente le rapan pelo y cejas como a tantas "pelonas". La maltratan y se burlan de ella durante horas en el "Hogar del camarada" de Falange, que se asienta lo que fuera la clausurada Casa del pueblo de los socialistas. La llevan de nuevo por calles de la ciudad y la plaza del castillo para escarnio y sorna de aquella ciudad combertida en circo del horror y la humillación de los "extremistas", "rojos", "separatistas" pues el escarmiento iba más lejos que las terribles detenciones y juicios sumarísimos, había que humillar, apalear, herir, ridiculizar... y luego ya la ruleta rusa del "sacrificio" y los "paseos". Maria Camino se encuentra fugazmente con Galo Vierge en la comisaría de la Calle Roncesvalles, donde le interroga "formalmente" Germán Izquierdo Larramendi (qué ironía, en la misma calle donde luego al final del franquismo los grises bajo ordenes de Martín Villa matan a otro Germán con total impunidad en otro escarmiento tardío). A Galo le cuenta entre el llanto y el agotamiento las vejaciones sufridas y el trata de consolarla. La policía ejerce su papel en el teatro de la arbitrariedad y no remedia la cacería, forman parte de ella de un modo u otro. Un jefe de Falange cuyo nombre es conocido por Galo y que éste no desvela en «Los culpables» pese a que solo circula de modo privado (tan alto es el miedo que perdura décadas) habla con el comisario Izquierdo y trasladan a Camino y a Galo a la cárcel. Al llegar a la cárcel camino está derrumbada y se apoya en Galo que le anima diciendo que no la perjudicarán más por ser mujer. Una monja-carcelera se hace cargo de Maria Camino....

Según otros testimonios y como recoge (Navarra 1936) Maria Camino pudo acabar en una Sima de Urbasa y ser fusilada el  10-8-36...

[02]

LA POSIBLE APARICIÓN DELCUERPO DE MARIA CAMINO OSCOZ EN LA SIMA DE EL RASO (URBASA)
EXHUMACIÓN DE S.C. ARANZADI PROMOVIDA POR EL HISTORIADOR BALBINO GARCÍA DE ALBIZU, NIETO DE BALBINO GARCÍA DE ALBIZU USARBARRENA Y EL COMPROMISO ACTIVO DE LOS AYUNTAMINETOS DEL VALLE DE AMESCOA

«El día que dieron la noticia de que habían abierto la sima, estaba corrigiendo una página de El Escarmiento en la que doy cuenta del asesinato de María Camino Oscoz Urriza, maestra de Güesa, en la noche del 9 al 10 de agosto de 1936, en Urbasa precisamente. Nunca se ha encontrado su cuerpo. ¿Tal vez ahora?  Entre los objetos encontrados en la sima: un lápiz, un txiskero, una granada de mano, y restos de un uniforme militar… El lápiz, ese lápiz.

¿Habían abierto la sima…? Sí, en 1978, cuando los de Peralta fueron a rescatar los restos del maestro Balbino Bados, alguien cubrió la boca con una gruesa capa de cemento; alguien que sabía lo que había dentro y no quería que fuera encontrado; alguien de los del “mejor no remover”.  En esa fecha vivían todavía muchos de los autores, cómplices y encubridores de los crímenes, las delaciones, las denuncias. Me parece muy significativo.

Para mí esta noticia ha coincidido con el fin de las correcciones del Escarmiento, el libro sobre el comienzo de la Guerra Civil en Navarra, en el que llevo trabajando de manera intermitente desde hace años  y que debería haber aparecido el otoño pasado. Igual cuento los motivos de este retraso y las circunstancias de la escritura del libro. Mañana es 1 de abril. No estoy nada seguro de haber arrojado algo de luz sobre aquel vendaval de furia que se abatió sobre la retaguardia navarra, lejos del frente, y como lo siento, lo digo. Y esa sima… ¿Cuántas simas quedan sin explorar, fosas sin abrir, vidas sin contar?» [03]

Fuentes:

[00] PÍOBAROJA  | La Guerra Civil en la Frontera… | Edición De Fernando Pérez Olío / Editorial Caro Raggio, MadridISBN : 84-7035-181-8 Depositolegal: M. 27.689-2005

Pío Baroja (Ver/descargar On-Line: http://es.scribd.com/doc/33428849/Baroja-Pio-La-guerra-civil-en-la-frontera)

Página 25
«Al volver, he sabido muchas cosas de las que no quisiera haberme enterado. Entre ellas el  caso  de  la  maestra  de  un  pueblo  del  Roncal, llamado  Güesa,  una  muchachita  de Pamplona, inteligente, que se había hecho comunista. Se llamaba María del Carmen Oscoz, y yo supe de su existencia, porque en el comienzo del año 1936 me empezó a escribir unas cartas en las que se mostraba anticlerical y entusiasta del comunismo, cartas de persona inteligente. Esta pobre muchacha leía  mis libros, creía que yo estaba equivocado al no identificarme con el entusiasmo comunista. La  maestra  era  audaz  y  valiente.  En  el  pueblo  parece  ser  que  había  un  cura  que  la perseguía.  Ella  pintaba  a  su  perseguidor  como  a  un  monstruo.  La  maestrita  fue  a  varias reuniones, y al comenzar la revolución la detuvieron y la llevaron a la cárcel de Pamplona. El  doctor  Victoriano  Juaristi,  primero  médico  de  Irún  y  luego  de  Pamplona,  quiso salvar a la muchacha, y le aconsejó que no se mostrara orgullosa, sino que dijera que tenía verdaderos deseos de arrepentirse, que se mostrara amable y que se confesase para salvar la vida. La chica rechazó esas sugestiones con desdén. Algunos días después la sacaron en un camión, y en medio de la carretera la mataron los carlistas, tirándola  al  suelo  y disparando  sobre ella varios tiros. Después arrojaron su cadáver por un barranco. ¡Qué crueldad más baja!»

Página 89

“Rumia, recuerdos y hechos” - Por FERNANDO PÉREZ OLÍO

«Cuando comenta el asesinato de María Camino Oscoz Urriza-María Carmen -según él-  recoge  el  rumor  del  fusilamiento  de  Marino  Húder  y  Luis  Elío,  podemos  deducir  que estamos a finales de agosto del 36. A Oscoz, pamplonesa y maestra de 26 años (4) en Güesa, lugar salacenco y naoncalés (sic), la mataron y tiraron a una sima en Urbasa el 10 de agosto...»

(4) María Camino Andrea Oscoz Urriza nació el 11 de abril de 1910. Archivo Municipal de Pamplona (AMP), Registro denacidos 1902-1912, nº 36 del mes. Archivo parroquial de San Saturnino, Bautizados, 14, f. 269, n° 28

[01] LA SIMA (Blog Vivir de Buena gana) MSO: VER

[02] Resúmen de datos del «El Escarmiento» MSO. Páginas 359-363

[03] «La sima de El Raso y Julia Otxoa»: VER

Maestra de "La Normal" de Pamplona

Asesinada el día 21 de octubre de 1936 (día de la procesión de Cristo Rey). Su cuerpo apereció en la exhumación de Monreal. Cuando la asesinaron, cuatro días después de la procesión de Cristo Rey, llevaba un "kimono" de melocotones. La habían apaleado violentamente tras violarla entre varios matones, antes de asesinarla. Estaba embarazada. Le llamaban loca ante los enterradores forzosos, para justificar el terrible estado de la pobre maestra.

«LOS FUSILADOS POR CRISTO REY 

A los cinco días de aquellas muertes, el día 21 de octubre de 1936 de la procesión de Cristo Rey, trajeron al mismo lugar a cinco hombres y a una maestra de la Normal de Pamplona. Testigos involuntarios explican lo que vieron:

Estábamos trabajando en una viña. Oímos los tiros, y cuando llegamos, ya estaban muertos. Los falangistas nos dijeron: ¡Esperad aquí!, que vamos a traer a una loca que no para de gritar, la vamos a matar y la enterraremos aquí con los demás. Así lo hicieron. Después que escuchamos los disparos y la mujer dejó de llorar, fuimos a buscarla. Recuerdo que sólo llevaba un pijama con unos melocotones bordados en la camisa. La mujer estaba embarazada y, a pesar de su estado, la habían reventado a golpes después de violarla varias veces. Más tarde supimos que a su marido también los mataron unos días antes que a ella.

Los que asisten a la conversación mueven la cabeza afirmativamente.» [01]

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«Octubre 1936. Búsqueda incansable de los asesinados el día 21 en Monreal

EXTRACTO:

«Justo a los cuatro días de matar a estos que trajeron de Tafalla nos volvieron a llamar a mi hermano y a mí para que volviésemos, que había que enterrar a otros, era sobre las ocho y media de la noche. Como ya sabíamos lo que había ocurrido el día 21 que nos amenazaron con matarnos también si no íbamos, sin rechistar fuimos mi hermano y yo. Como estaba lloviznando hicieron pronto el trabajo, los mataron rápidamente en el alto y cuando los mataron los echaron abajo y nos dijeron: "Ya están para enterrar, pero esperar, que tenemos ahí una loca, ya la vamos a traer y los enterráis a todos juntos".

¡Sí, sí, loca!, la tenían encerrada en uno de los coches, cuando terminaron con los cinco primeros se fueron al coche donde la tenían y la fueron violando uno tras otro, la pobre gritaba y forcejeaba, pero no le sirvió de nada, como ella se resistía la sujetaban los otros y se echaban iguales carcajadas que cuando hicieron sufrir a los del primer día.

Después le dieron dos tiros y cogiéndola entre dos, la echaron encima de los otros desde el alto. Llevaba un quimono blanco con medios melocotones y al echarla encima de los otros, los faros dejaron ver lo que habían hecho con ella, estaba en estado. Luego nos enteramos que era una maestra de la Normal de Pamplona, a su marido le mataron en el Perdón. Allá a los años vinieron familiares a informarse si estaba aquí en Monreal, pero no sabría decir quiénes eran. Cuando les dimos los detalles de cómo era y cómo iba vestida nos dijeron que era de ella misma»


TEXTO COMPLETO

«Fue el grupo de Monreal de los que más nos costó encontrar.

Sabíamos por Lola Díez, hija de Blas, que con los de Peralta que quedaban en la cárcel hasta el día 21 de octubre se encontraban también más personas de Berbinzana, Tafalla y algún otro pueblo, por lo que el día 8 de mayo de 1978, lunes, nos marchamos a Berbinzana, Lola Díez, su hijo Javier Ostivar con la novia Mª Pilar Fernández y yo. Allí nos encontramos con un primo carnal de Lola, Ángel, al que expusimos el motivo de nuestra visita: «Venimos para hablar con vosotros pues vamos a sacar a mi padre, al tío Nicolás y a tu padre, para poder llevarles a Peralta. Vamos a hacer un panteón y así enterraremos a todos allí». Ángel se marchaba al campo con su señora, y ambos se mostraron un tanto extraños, no dijeron nada. Lola les dijo que íbamos a casa de su tío Gerardo.

Nos recibió con todo el cariño del mundo, y mientras hablábamos, llamaron y eran Ángel con su esposa. El pobre no comprendía nada de lo que le habíamos expuesto y preguntó: «¿Qué es lo que me habéis dicho?, no entiendo nada ¿qué le pasó a mi padre? ¿dónde murió? ¿qué le hicieron?».

Gerardo se echó a llorar. No sabía cómo explicarle a su sobrino lo ocurrido. Habían sido tres hermanos los que habían fusilado y a Gerardo no le mataron porque corrió al frente. A duras penas le contó lo ocurrido.

¿Por qué no sabían nada ni Ángel ni su hermano?

Su padre, también Ángel, se había escondido en el campo cuando intentaron cogerlo, pero una vez lo encontraron le fusilaron (sus restos no se puedieron recoger por más que se miró, el terreno era un barranco de Santacara y se supone que se los iría llevando el agua. A la madre de Ángel, Julia Elizalde, la llevaron a la cárcel, estaba embarazada y estando en la cárcel, nació una niña, que murió.

Una vez fuera se fue a vivir con sus padres, que se habían encargado de cuidar de los dos hijos. No salió muy fuerte de la cárcel pero debía trabajar como pudiera para sacar a sus hijos adelante. Se dedicó a lavar en el río o en las casas, por lo que su poca salud se agravó, y tuvo tuberculosis, que la llevó a la tumba.

Los abuelos siguieron cuidando de sus nietos y nunca les dijeron nada de lo pasado, les daba mucha pena, ya que eran tan niños y habían perdido a los padres y a la hermana.

Fue muy duro para Ángel conocer la verda, y el llanto de todos fue unánime. Le recuerdo tantas veces y me dolió mucho que después de tanto buscarle no pudieran sacar sus restos.

El mundo es un pañuelo y ahí aparecen nuestros vecinos, los mencionados «yeseros». Eran muy amigos del «Chato Berbinzana» y éste se los llevó a su pueblo. Allí no les conocía nadie y podrían vivir sin que nadie les mirase mal. Un día fueron a comprar leche a casa de una señora que tenía cabras. al conocer que era de Gallipienzo, le soltaron una fanfarronada de matones: «Mecagüen, de Gallipienzo eran dos hermanicos que matamos en Falces, quisieron morir cantando una jota, les atamos los brazos y cantando una jota a la Virgen de Ujué los matamos».

Aquellos dos hermanicos eran ni más ni menos que dos hijos de esta pobre mujer. Como era todavía tiempo de guerra calló, pero al día siguiente se negó a darles más.

De esta manera y otras semejantes se descubrieron mucho de cuanto habían hecho, pues los matones bocazas no tienen remedio.

El «Chato Berbinzana» fue uno de los más temidos criminales del 36. Su nombre hacía temer lo peor si se nombraba en cualquier lugar de Navarra y La Rioja. Que con sus secuaces estuviera cerca, era presagio de que la muerte acechaba.

Cierto es que hubo otros muchos por todos los pueblos que se llevaron poco o nada con él, pero ciertamente parece que fue caporal, un individuo que sustituía la inteligencia con bestialidad.

Ciertas informaciones afirman que, terminada la contienda, le dejaron de lado sus mentores, y ante sus reclamaciones le pusieron un puesto de poca relevancia para cubrir las apariencias. Pero se tomó a mal que le pagaran con desprecio después de todos los «servicios» prestados.

El tío de Lola, Gerardo nos llevó a visitar a otros familiares, pero ninguno sabía el lugar donde se encontraban.

Lo mismo ocurrió en reuniones con vecinos de Caparroso y Marcilla.

El 16 de mayo vinieron de Berbinzana, el señor Gerardo y el señor Alfaro, que nos plantearon que también querían en el pueblo recoger a los suyos, y en eso quedamos, como lo habíamos acordado con los anteriores. Si se identificaban los cuerpos no había problema, cada pueblo se llevaba los suyos, y si no era posible la identificación, cada pueblo se llevaría el número de los que hubiesen sido asesinados. Al fin y al cabo todos ellos eran lo mismo e igual de queridos para todos.

En Pamplona estuvimos con Juana Mari Burdaspar, y visitamos a las hermanas Tere y Nieves Ricarte Zoco, Francesas, Juanita Castillo viuda de Agustín Rodríguez, Pimpozo, Jesusa Asín, viuda de León Pérez, el Apache, con Juanita Boneta, viuda de Alejandro Castillo Todosio, y algunas otras, que nos acogieron con sumo interés y estaban de acuerdo en la exhumación de los restos.

Pero en la vida no todo es miel y una de las personas que fuimos a visitar nos recibió con gran altivez, negándose en redondo a dar su permiso para exhumar  los restos de su marido.

La conversación fue muy desagradable, a pesar de que le hablábamos con mucho respeto. Cuando le comentamos que todavía no sabíamos el lugar donde estaban, estalló en una risa hueca y burlona diciendo: «¿No tenéis ni idea de dónde están?, yo sí que lo sé». Le rogué que nos dijera el sitio, mas se negó. Nos marchamos y al despedirnos le dije con naturalidad y sin enojo que no se preocupara, que alguien más lo sabría y de una u otra forma los encontraríamos. Bajábamos las escaleras sin hablar, y Juana Mari Burdaspar me dijo cómo había tenido tanta paciencia. No podíamos obligar a nadie, pero de una u otra forma nos enteraríamos, como así fue.

Días más tarde recordó mi madre que había una señora de Peralta Encarna Rox, Puchera, que vivía en Tafalla, aunque no sabía las señas. Ella se había encargado de llevarles la ropa limpia y recoger la sucia, incluso les lavaba. Su hermana Teresa, la Pastora, nos dio las señas y el 18 de mayo fuimos a visitarle Lola Díez, Javier Ostivar, Pilli Fernández, Juanjo, Gerardo, Alfaro de Berbinzana y yo. A partir de aquí prácticamente todo fue coser y cantar.

Encarna nos acompañó a visitar algunas familias, y salvo una, el resto dieron su conformidad. Una de ellas, llorando nos dijo: «Sí, sí, antes de que yo me muera». Era, la señora Adelaida San Martín, esposa del concejal de Tafalla Pedro Martirena, propietaria de una tienda de lencería en la calle Mayor de Tafalla.

Después marchamos a la tienda de la viuda de Saturio García. Nos atendió la hija y su esposo, y nos comentó que conocían el lugar, que habían ido muchas veces a llevar flores. Seguidamente nos mandó a la casa para que estuviéramos con su madre y la reacción fue igual que la de la señora Adelaida.

Tras hablar con el párroco de la Iglesia de Santa María, que nos escuchó con sumo interés, prometiéndonos su ayuda, dimos por terminada la visita. Al fin sabíamos que este segundo grupo de presos de Tafalla estaba en Monreal, y conocíamos el lugar exacto.

Mi madre lloró de alegría, al saber que íbamos a poder recoger a su hermano. Don Francisco Iraceburu, párroco de todos los pueblecitos cercanos a Monreal, se encargó de hablar con el de Monreal, don Miguel Zabalza. Al día siguiente pude hablar con él por teléfono y concertamos una visita para el día siguiente cuando me mostró el lugar donde estaban enterrados.

Ambos párrocos nos brindaron su ayuda incondicional buscando contactos que nos dijeran los lugares exactos, ya que había varios grupos de fusilados de diferentes pueblos. Desde entonces don Miguel nos ayudó cuanto estuvo en su mano.

Quien estuvo de párroco en aquellas fechas fatídicas 1936-1939 en Monreal, había colocado en un árbol una cruz y un letreo que decía así: «Respeten este lugar, es cementerio de 1936».

¿Qué pasó con aquel sacerdote, que de la noche a la mañana desapareció y nada han vuelto a saber de él?

Al fin los habíamos encontrado y la alegría se consolidó en todos nosotros.

Seguía sin ser localizado el grupo de cinco de la cárcel de Pamplona fusilados el 26 de octubre. Teníamos noticias de que pudieran estar en Ibero, y decidimos ir allí Juanjo, Mercedes Ulibarrena y su esposo. En Ibero nos esperaban Leonor Irisarri, Félix y Matías Guinduláin, y Loli Busto, esposa de Félix.

Juanjo, que trabajaba en Ibero, había contactado con algunas personas, para que pudieran informarnos sobre el particular, y nos dieron información precisa y real de que en ese mismo día ni en otros hubiesen llevado a personas de Peralta. Que las 20 personas de ese mismo día sacadas de la cárcel de Pamplona eran de Larraga, y que estaban enterrados en dos grupos de 10, al pie de un pequeño montículo, conocido como «Las tres cruces», porque una señora de Larraga, Orosia Frauca, vivía entonces en Ibero y encargó las tres cruces en hierro para señalar el lugar para una posible búsqueda posterior.

Visitamos a la señora en Pamplona, que nos confirmó la versión recogida en Ibero y que ella los conocía a todos.

Una vez que supimos que los presos del segundo grupo de Tafalla estaban en Monreal, nos pusimos en contacto con los demás pueblos que estaban con los nuestros, Berbinzana, Caparroso, Cáseda, Gallipienzo, Murillo el Cuende, Funes, San Martín de Unx, Pamplona, Tafalla y Peralta.

En cuanto a la fosa de Falces, se comenzó a vislumbrar una solución para exhumar a todos a la vez, pues el párroco que estaba en 1936 dejó anotado el orden en el que estaban enterrados según fechas de enterramiento. Así pues se contactó con todos los pueblos que tenían fusilados allí y poco a poco se fue haciendo más fácil la localización. Había restos de Gallipienzo, Larraga, Olite, Funes y Peralta.

Habíamos hablado con el enterrador de Monreal, y quedamos en ir. El párroco, llamó al enterrador. ¡Pobre hombre! tenía 16 años cuando les enterraron y su hermano unos 20 años. Llorando decía que no lo había olvidado nunca.

«¿Ud sabe todo lo que hicieron con ellos, toda la noche, toda la noche haciéndoles sufrir, no sé cómo podían hacer esas cosas. No vaya a creer que les mataron gente de por aquí, no, no».

«Les obligaban a confesarse y al que no quería le daban de golpes, les tenían atados metidos primeramente en los autobuses en los que les trajeron, pero cuando les apetecía sacaban a algunos y les hicieron mil injurias, y aún se reían, fue horrible, horrible. Cuando ya habían matado a todos y estaban metidos en las zanjas echamos cal viva encima de ellos. Se hizo allí mismo un almuerzo y como no estaban todavía cubiertos de tierra, les echaban los huesos encima y aún hacían chistes de ello, y todos a carcajada. Fue horrible, horrible y tantos hombres, no hay derecho, ¡qué horror!»

Conforme nos lo contaba lloraba como un chiquillo, a veces no podía continuar porque le embargaba la emoción, y se cubría el rostro con las manos. Se llamaba Pablo Ojer, Lorduras.

Bajamos nuevamente al lugar donde estaban, pues ya había otras tumbas con menos hombres y eran de Aoiz, Aós, Yesa, y Pamplona; éstos estaban en una explanada. El grupo de los presos de Tafalla estaban más hacía el río, debajo de los árboles y plantas que habían crecido exhuberantemente.

De primeras calculamos los restos de 64 personas los que íbamos a recoger, pero fueron finalmente 73.

La hija de Saturio García de Tafalla nos ofreció en su nombre y en el de su madre, utilizar el panteón familiar para guardar provisionalmente los restos.

Luis Luri de Azagra, que llevaba el restaurante de Arlas, se ofreció a llevar los cajones en su furgoneta. Lo mismo hizo Alfredo Ruete, Koske, que ya nos había ayudado anteriormente.

Cuando fuimos a sacar los de Falces nos acompañó don Juan José Catalán, pero después del funeral de Peralta, divulgó que Ángel Vidondo se había metido con la familia Sagardía, lo cual es totalmente mentira. En la homilía de Ángel Vidondo se puede comprobar que no dijo ni una sola palabra alusiva ni de esta familia ni de ninguna otra.

Una vez que todos los pueblos teníamos los permisos familiares y de sanidad, marchamos de los siete pueblos a recoger sus restos. Acudimos unas 150 personas, no olvidemos que eran 64 presos, después encontramos más. La carretera se llenó de coches, gente mayor, jóvenes y niños acudimos en busca de nuestros seres queridos. Muchos de nosotros nos conocíamos de siempre, otros acabábamos de hacerlo, pero fue notable la gran voluntad de todos en ayudarnos. Hermanarnos unos con otros, colaborando todos a una con todos sin excepción.

Dentro de la arboleda al fondo se hallaban los presos de Tafalla y de Pamplona. La unidad de nuestros seres queridos en aquellas fosas comunes, hizo que surgiera entre nosotros el mismo sentimiento de hermandad.

Hablando con Pilar García de Cáseda, a quien le mataron al padre, Antero García, me decía: «Para mí es igual si tengo en Cáseda los restos de mi padre o son los de otro compañero, es exactamente igual, ellos sufrieron la misma muerte, se hermanaron en ella, yo les quiero como si todos fueran uno, como si todos ellos fueran mi padre y sé que en los otros pueblos fueron recogidos con el mismo cariño y esto me basta». Y así fue realmente el espíritu que nos unió a todos.

De Tafalla vino la Cruz Roja. El conductor era nieto de un fusilado de Murillo el Fruto, y su padre, Jesús Ausejo, compañero de estudios de Ángel y Tomás Vidondo de Peralta; vive en Tafalla, no faltaba ni un sólo día para ayudarnos en lo que pudiera. Su padre había sido fusilado en la primera revuelta del Fuerte San Cristóbal en 1937.

El terreno había cambiado después de 42 años, por lo que Pablo Ojer, el enterrador, no acertaba a distinguir el lugar exacto. Además estaba muy afectado y al ver aparecer tanta gente todavía se conmocionó más

Se comenzó primeramente a limpiar de maleza y plantas, se sabía que aquél era el lugar y aunque costara había que empezar. El alcalde Antonio Salas de Monreal se fue al pueblo para buscar entre los vecinos más información y se tuviera más seguridad. El hermano de Ojer, vivía, pero no salía ya de casa. Finalmente, entre todos coincidieron con el sitio, podía estar un poco más a la derecha o a la izquierda, pero estábamos en el lugar preciso.

Comenzó a llover de lo lindo, pero se siguió trabajando, se comenzaban a ver algunos restos. Los que estaban dentro de la fosa se calaron, pero allí nos dieron las ocho y media de la tarde y quedamos en volver al día siguiente.

Se estaban sacando los restos de uno de ellos, que pertenecían a alguien de una gran complexión física. Al mostrarlo, Lola comentó llorando: «Yo creo que éste será mi padre, pues era muy fuerte». Su tío Gerardo, llorando también lo dijo: «Sí hija mía, éstos son los restos de tu padre, éste es tu padre». Al no aparecer ningún otro con esa constitución, quedó claro que era el padre de Lola Díez.

Carlos Pérez Gogorza estaba afanoso buscándolos con sumo cuidado, mientras les hablaba: «Pobricos, ¿qué hicieron con vosotros?, ¿qué males habíais cometido? Ya estáis saliendo, os vamos a llevar a casa, pobricos, cuánto hicieron con vosotros».

Cuando la guerra, Carlos tenía 4 años, pero quiso mucho a su hermano Eugenio y se desvivió por todos. En muchos momentos el cariño con que les hablaba hacía que lloráramos todos emocionados.

Mi tía Pilar y mi madre recordaban que a su hermano le faltaba un diente en el lado izquierdo. Así pues estábamos pendientes de ello y al poco de salir el padre de Lola, salió mi tío José Orduña Asín. Esta vez fue Javier Lorea quien sacó la cabeza. Al verla vimos que era él.

Mi madre se metió en la fosa, es la primera mujer que se ve bajando, a la izquierda.

Javier Lorea también fue uno de los que trabajó sacando restos de lo lindo. Los que no podían trabajar dentro de las fosas, nos dedicábamos a recoger los restos y colocarlos en unos u otros cajones. Estos estaban marcados con el nombre de los pueblos y algún otro sin ninguna referencia, para los restos que no conocíamos.

Ya llevábamos un rato sacando restos cuando Ojer se me acercó ya más tranquilo, al ver que salían los restos y nos dijo:

«Quería decirles, que, a los cuatro días de que mataran a este grupo vinieron con cinco hombres más y una mujer y están enterrados a un lado de éstos pero en la misma fosa

No sé de dónde eran pero sí se que les mataron los mismos que mataron a los primeros, pues no se me han olvidado ya jamás, si volviera a verles les reconocería.

Justo a los cuatro días de matar a estos que trajeron de Tafalla nos volvieron a llamar a mi hermano y a mí para que volviésemos, que había que enterrar a otros, era sobre las ocho y media de la noche. Como ya sabíamos lo que había ocurrido el día 21 que nos amenazaron con matarnos también si no íbamos, sin rechistar fuimos mi hermano y yo. Como estaba lloviznando hicieron pronto el trabajo, los mataron rápidamente en el alto y cuando los mataron los echaron abajo y nos dijeron: "Ya están para enterrar, pero esperar, que tenemos ahí una loca, ya la vamos a traer y los enterráis a todos juntos".

¡Sí, sí, loca!, la tenían encerrada en uno de los coches, cuando terminaron con los cinco primeros se fueron al coche donde la tenían y la fueron violando uno tras otro, la pobre gritaba y forcejeaba, pero no le sirvió de nada, como ella se resistía la sujetaban los otros y se echaban iguales carcajadas que cuando hicieron sufrir a los del primer día.

Después le dieron dos tiros y cogiéndola entre dos, la echaron encima de los otros desde el alto. Llevaba un quimono blanco con medios melocotones y al echarla encima de los otros, los faros dejaron ver lo que habían hecho con ella, estaba en estado. Luego nos enteramos que era una maestra de la Normal de Pamplona, a su marido le mataron en el Perdón. Allá a los años vinieron familiares a informarse si estaba aquí en Monreal, pero no sabría decir quiénes eran. Cuando les dimos los detalles de cómo era y cómo iba vestida nos dijeron que era de ella misma».

Acordamos ponernos de nuevo en contacto sobre este grupo, y le pedimos encarecidamente que indagara en el pueblo por si alguno sabía algo más. Le comenté al alcalde lo contado por Ojer y lo que nos pasaba con un grupo de Peralta de Ibero pero que en el pueblo nos aseguraron que no estaban, prometiéndonos indagar sobre ello. Fueron muchas las personas de Monreal que nos ayudaron, a quienes estamos muy agradecidos.

Nuevamente aparecieron dos cabezas prácticamente juntas e iguales y los antebrazos atados con un alambre: «Esos son los Chivite». Junto a sus restos salió un pequeño paquete, eran las monedas que habían usado para casarlos por la Iglesia.

 

Una señora (Esperanza Sánchez de Tafalla) con el pelo blanco comentó: «Ese es Juan Chivite, el pequeño de los hermanos». Le pregunté si lo había conocido: «¿Ves mi pelo?, pues está así desde el día siguiente que les sacaran de la cárcel». «Nos hicimos novios en la cárcel sin conocernos, solamente hablábamos a través de las celdas». Se vieron por primera vez el día que se los llevaron. Esperanza Sánchez, tenía 24 años y estaba presa con 11 mujeres más; creyeron que se las llevarían también, pero las dejaron.

 

El agua seguía cayendo sin descanso y a eso de las ocho y media de la tarde dejamos todo para el día siguiente. Los restos, como ya habíamos acordado con la famlia de Saturio García de Tafalla, los trasladamos en sus respectivos cajones hasta Tafalla y los recogimos en el panteón.

 

En Monreal estaban Leonor y María Irisarri. Les comentaron lo que nos había dicho Ojer, el enterrador, y creímos que era casi seguro que los 5 asesinados del día 25 de octubre eran los que llevábamos tantos días buscando.

 

Al día siguiente nos encontramos con Nieves Vidondo, hija de Félix uno de los cinco asesinados el día 25 de octubre, y le informamos: «¿Dónde?». «En Monreal». Nieves se echó a llorar.

 

Volvimos a Monreal y Carlos Pérez Gogorza, Cholo, llevó una lona para poder proseguir con menos molestias, pues seguía lloviendo mucho. A las tres de la tarde recogimos y los dejamos para el fin de semana siguiente. Estos tres hombres, cada día venían puntualmente, por lo que yo llegué a creer que tendrían algún familiar. Algún día en lugar de venir tres, venían dos, pero siempre los mismos y cada día se colocaban a mi lado y yo hablaba con ellos con toda normalidad. Volveré sobre el tema más adelante.

 

Félix y Matías Guinduláin, pero sobre todo Félix, estaban mosqueados porque presentían que les ocultábamos algo. Él no sabía muchas cosas de lo ocurrido en la guerra, menos todavía de algunos matones o responsables de aquellas muertes. Nosotros recogíamos cada día más información y había cosas que preferíamos callar para evitar el sufrimiento de los familiares.

 

Félix nos lo planteó un día claramente y Juanjo le dijo que entre las personas con las que convivía normalmente había gente a la que no iba a poder mirar igual. Estuvieron en mi casa y les informé de cuanto pude informarle, pues había un familiar responsable de la muerte de su abuelo, que había mandado que le inscribiese fallecido en el término de Monreal.

 

Tomás Vidondo fue informado por su hermana Rita de lo que pasaba y nos pidió que le avisáramos, pues podía reconocer a su tío enseguida, ya que llevaba un puente de platino y unas muelas postizas.

 

Aunque el decreto de confesión le impedía dar más datos, el párroco de Monreal certificó que las familias de los cinco asesinados podían llevarse los restos con la seguridad de que eran sus familiares. Alguien del pueblo sabía que eran los de Peralta.

 

Félix y Loli su esposa fueron informados por el párroco de que entre aquellos restos estábamos sacando a su abuelo.

 

Al conocer los datos, Leonor Irisarri volvió con otra esperanza, convencida de que entre los restos de aquellas seis personas asesinadas estaba su padre. Quien mandó se hiciera la inscripción sabía muy bien que estaban en Monreal, si bien mintió, dando otros lugares.

 

Javier Vidondo, hijo de Félix, lloró amargamente cuando descubrió el acta de defunción de su padre, más al ver la firma del responsable de su muerte en Tafalla, un familiar no de sangre, pero familiar muy directo.

 

En el nuevo viaje a Monreal vino Tomás Vidondo, y al poco de comenzar apareción una medalla de plata de la Milagrosa. Tomás la reconoció: «Aquí está mi tío, llevaba una medalla de la Milagros, que le llevó sor Vitoria» (monja de la Caridad de Peralta). Cuando apareció la cabeza allí estaba el puente de platino de su tío.

 

Estaban todos los familiares de los 5 hombres asesinados el día 25, entre ellos José Luis Ulibarrena y su hermana Mercedes, Esperanza González, esposa de José Irigaray, Pitón; Julia Irigaray, hermana de José, Lola Díez, sobrina, Javier Vidondo, hijo de Félix, y los nietos de Félix y Matías Vidondo, y otros sobrinos y nietos; Leonor y María Irisarri... Por el tamaño y otros detalles identificaron a todos. Efectivamente, salieron donde había indicado Pablo Ojer.

 

Fue una gran alegría, tras las incógnitas que habíamos tenido, que allí estuvieran los cuerpos de Victorino Irisarri, Félix Vidondo, José Irigaray, Isidoro Itúrbide y Francisco Ulibarrena, junto con el de la maestra.

 

Finalmente, el sexto día apareció Juanito Lezáun Pérez, Patán, el hermano de Antonia Lezáun. Su cabeza tenía un tiro en la nuca: «Juanito, Juanito ya has salido, ya has salido, pobrico, pobrico, cuánto hemos sufrido todos...».

 

Terminamos de sacar a todos, nos despedimos de la gente de Monreal, dándoles las gracias a Ojer, al alcalde y a otros vecinos que habían venido.

 

En Tafalla hicimos el reparto por pueblos, y se dejaron en un cajón los restos que habían aparecido de más, entre ellos el de la maestra de Pamplona, por si aparecían sus familiares reclamándolos. Si no fuera así, se recogerían en el panteón de Tafalla.

 

Estábamos muchas personas para recogerles y llevárnoslos para nuestros pueblos. Al ver tal cantidad algunos exclamaban cómo habían podido matar a tantos. Carlos el Cholo respondió: «y aún tiene alguno la poca vergüenza de estar aquí, ni la tuvieron ni la tendrán». El aludido era de Peralta, pero no se dio por enterado, se ve que tenía buenos memoles y sangre fría.

 

Apareció por el panteón el párroco de Cáseda que nos comentó que se corría por el pueblo de Cáseda que pudiera estar el párroco de entonces, don Eladio Celaya Zalduendo natural de Peralta, asesinado también, porque los responsable no lo negaban.

 

Concepción Toledo, sobrina de Eladio, me habló de una señora de Cáseda que sabía de su muerte y que le habían cortado la cabeza igual que a San Juan... Así que quedamos en entrevistarnos con esa señora que vivía en la Chantrea.» [02]

 

[01] 1978/12/21 INTERVIÚ N.136: VER

[02] «Octubre 1936. Búsqueda incansable de los asesinados el día 21 en Monreal»
Boneta.eu VER