Foráneos

ALMUDÍ PEINADOR, Crisanto

Acta de defunción«Mi tío Crisanto Almudí Peinador, de veinte años de edad, fue hecho prisionero en la Casa del Pueblo de Valladolid el día 19 de julio de 1936. Juzgado en consejo de guerra y condenado a 30 años de cárcel, fue trasladado al Fuerte San Cristóbal de Pamplona. Allí tomó parte en la fuga del 22 de mayo de 1938 y resultó muerto el día 6 de junio de 1938, en el término municipal de Esteribar (Navarra), “en lucha con la fuerza pública”.
Así reza el Acta de Defunción nº 202 del Registro Civil de Ansoain (Navarra), rellenada el 10 de diciembre de 1947, es decir 9 años después del fallecimiento, y que he conseguido al cabo de 75 años.
Sit tibi terra levis» [01]

Fuente:

[01] Testimonio de su sobrino Rafael Pardo desde su muro de FaceBook.

Caso recogido en «Navarra 1936» y en el Muro del Parque de la Memora de Sartaguda.

RODRÍGUEZ, Mauricio

Mauricio Rodríguez, profesor de Gordoa, localidad alavesa. Euskadi.

9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta
Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras almaestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
Más enlaces relacionados:

 

Aparentemente no aparece en «Navarra 1936...»

GIL, Miguel

profesor miguel gil

Profesor de Zalduondo, localidad alavesa (Euskadi).

9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta
Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras al maestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
Más enlaces relacionados:
Aparentemente no aparece en «Navarra 1936...»

DOMINGO, Bernardino

Profesor de Galarreta, localidad alavesa (Euskadi).
9 de agosto de 1936: 12 horas entre la vida y una muerte injusta

Relato de las detenciones y asesinato de tres maestros alaveses, vivido en primera persona por el"americano". Resumen de las emorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).

«OCURRIÓ en menos de 12 horas del segundo domingo de agosto de aquel verano caliente del 36, hace 75 años, en la Llanada alavesa y Urbasa.
Al párroco de Zalduendo y Galarreta (Álava), exiliado en Cegama (Gipuzkoa) por aquello de que los bandos estaban sin definir, le correspondía celebrar la misa dominical en ambos pueblos, y como no las tenía todas consigo respecto a la forma en que sería recibido, solicitó ayuda. A la mañana apareció acompañado de 26 requetés armados; mientras uno celebraba misa, sus acompañantes encerraban en el Ayuntamiento de Zalduendo a 18 personas, entre otras al maestro Miguel Gil; faltaban todas las que, intuyendo lo que se avecinaba, habían huido al monte.
El pánico se extiende a Galarreta (2 km de Zalduendo), y por lo que pueda pasar, yo también decido exiliarme en mi huerta. Pronto varios requetés armados llegan a casa preguntando por mí. Mi esposa, de común acuerdo, dice no saber dónde estoy, pero el infortunio hace que rápidamente los tenga delante encañonándome con sus fusiles y encerrado en la escuela, en donde ya estaban asustados y muy preocupados mi amigo y maestro Bernardino Domingo y otras 3 personas más.
Por si fuéramos pocos, por la misma puerta apareció el maestro de Gordoa y también amigo Mauricio Rodríguez. Sin saber los motivos y sin atrevernos a preguntarlos, los dos maestros y yo nos vemos en un camión rumbo a Zalduendo, en cuyo Ayuntamiento pasamos a ser 22 los que estamos en una situación no muy envidiable. Aquí, sin tan siquiera preguntarnos el nombre o tomarnos declaración alguna, recibimos algunas inesperadas e inquietantes visitas de los alcaldes de la zona, que incrementan nuestras preocupaciones y malestar, rematadas por la del párroco, que aparentemente asustado e impresionado, nos dejó peor de lo que ya estábamos al decirnos que nos iban a matar a todos, pero que han intervenido los médicos, alcaldes y él mismo, y que parece que sólo matarán a algunos. Que a él no le culpe nunca, que se ha puesto de rodillas pidiendo por nosotros y que él es el primero que lo lamenta.
La tarde transcurre muy lentamente hasta que nos comunican que a los maestros de Gordoa, Galarrreta y Zalduendo y a mí nos van a llevar a Vitoria; pareciera ser que alguien había puesto en marcha una macabra selección; más tensión, angustia, zozobra, miedo... Zalduendo, Narvaja, Aspuru, Larrea, el Patio, y a las 8 de la tarde estamos esposados en el Centro Navarro de Vitoria, que hacía pocos días habían abierto los falangistas y requetés navarros para castigar con más dureza, pues se quejaban de que los alaveses no lo hacían bien. El hombre de la guadaña parecía aproximarse sin tiempo de asimilar nada.
2 horas pasamos en esta difícil y complicada tesitura hasta que, a las 10 de la noche, vuelta a los mismos coches negros en que nos habían traído. Por fin salimos en dirección a Navarra. Ingenuidad la nuestra que por un momento creímos que nos llevaban de regreso a casa, cuando, sin saberlo, nuestra sentencia ya estaba echada. Pregunté al chófer sobre nuestro destino, y me contestó que primero a Olazagutía y que después no sabía. El ambiente se hacía cada vez más irrespirable y el túnel más negro, por lo que decido que, al pasar por Salvatierra, saltaré del coche en marcha y huiré a la zona republicana que por aquellos días estaba cerca. Imposible.
Olazagutía, cambio de escolta a excepción del jefe, el chófer entrante pregunta al saliente: ¿A dónde llevamos a éstos? Dice el nombre de algún monte, los nervios se alteran, salimos y enseguida dejamos la carretera a Pamplona para iniciar la ascensión a Urbasa, ya no hay ninguna duda, nos van a matar… Pienso otra vez en arrojarme del coche, imposible.
Llegamos a Urbasa, forcejeo y golpes ya que no queremos salir de los coches negros, uno me apunta con su fusil y otro le aconseja: "no le tires hasta que salga que va a llenar el coche de sangre, acuérdate de lo que paso ayer". A unos metros están los maestros de pie, primero Mauricio, segundo Miguel, tercero Bernardino y yo, detrás 10 hombres con viejos fusiles a 2 metros.
En el último instante intento sobornarles ofreciéndoles los bienes que tenía. Respuesta: "Buena falta les hará a su mujer e hijas" y en voz alta da la orden de fuego.
En ese preciso momento empujo al jefe de los requetés, que cae y salgo corriendo en la oscuridad. Me disparan, Mauricio grita: "corran ustedes que yo no puedo, que me maten aquí". Tropiezo, caigo al suelo, la oscuridad y algunas rocas me protegen, pero las balas silban, me dan por muerto. Desde mi escondite veo desplomarse a Bernardino dando un fuerte berrido de muerte, enseguida otro y otro de Miguel y Mauricio. Salgo corriendo y aún puedo escuchar los tiros de gracia, intentan hacer lo mismo conmigo pero no me encuentran.
Es noche de luna llena y tres cuerpos quedan tendidos, sin vida, en Urbasa. Mientras, yo, perdido, asustado, tembloroso, herido, roto… solo en la inmensidad de la sierra de Urbasa y sabiendo que los lobos volverán a por mí, como así fue, y sin saber qué hacer. Son las once menos veinte de la noche…"
Todo lo anterior es solo una parte resumida de las memorias que Pedro Salinas Arregui, la persona que consiguió escapar, escribió en 1955 (1887 Galarreta/1962 Alsasua, diputado foral de Álava).
Esa noche 3 maestros perdieron sus vidas, y la justicia que les pudiera corresponder quedó enterrada en la sima de Otxaportillo para siempre, simplemente por ser maestros republicanos. Ellos no volverán, justicia difícilmente se les hará, pero que por lo menos quede su ejemplo, entre otras cosas para que no vuelva a suceder.»
Más enlaces relacionados:
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GRANADO, Isidro

«Natural de Madrid. Fue uno de los guerrilleros que pasaron a España desde Francia en octubre de 1944, en el marco de la Operación Reconquista de España (Invasión del Valle de Arán) Murió en Yanci (Navarra), junto a Eugenio Sanz. CHUECA, Jesús Pablo, 2003, 112; RODRÍGUEZ, Mikel, 2001, 146; SÁNCHEZ, Ferrán, 2001, 281»

Fuentes:

http://tallerhistoriapce.blogspot.com.es/2011/09/memorial-madrid-represion-franquista-y_28.html

Invasión del Valle de Arán en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Invasi%C3%B3n_del_Valle_de_Ar%C3%A1n

PANDO RIBERO, Francisco

Médico, natural de Villaviciosa, Oviedo. Cuyo título de Medicina fue expedido en 1912. Según nos informan sus familiares: «Estuvo seguro  como medico en Mendavia (Navarra) en 1916  hasta mediados de 1917 y creemos que ya desde 1914 o 1915 pudo estar allí ejerciendo.»

Es en Mendavia donde nace su hijo Emilio cuando el padre contaba con 27 años.

Fusilado en Gijón tras un consejo de guerra, fue médico de Mendavia. Durante ese periodo nació su hijo  Emilio Pando Fernández. Emilio también condenado en un consejo de Guerra a pena de muerte y fusilado en Gijón el 5-1-38.

(Desconocemos el intervalo de fechas en el que ejerció de médico en mendavia)

«Francisco Pando Rivero. Condena: Pena de muerte. Fusilado: 5-1-38.

Natural de Villaviciosa, vecino de Colunga, hijo de Adolfo y María, 50 años, casado, médico. Médico titular de Colunga; de Izquierda Republicana; del Comité de Colunga; director de hospitales; vocal del Tribunal Médico de un Cuerpo de Ejército con graduación de capitán; capturado cuando pretendía huir en uno de los barcos que zarparon de Gijón.»  [01]

Fuentes:
[01] «La Libertad es un bien muy preciado. Consejos de Guerra». Marcelino Laruelo Roa

[02] Todoslosnombres.es: http://www.todoslosnombres.es/modules.php?name=Encyclopedia&op=content&tid=1394315

Testimonio directo de familiares en Parquedelamemoria.org.

 

LIMERES CAMPOS, Secundino

 

  • Edad; 24 years
  • Profesión: Cantero
  • Nacido en: Cuntis (Pontevedra)
  • Vecino en: Arcos, Cuntis (Pontevedra)
  • Muero: 22/05/1938

 

Más información: 
Xulgado en Pontevedra por rebelión militar co resultado de sentenza a cadea perpetua. Morte na fuga do Forte de S. Cristobal­Pamplona. Non aparece o corpo.»

Fuentes:
Nomes e voices.

Ficha en Memoria Pública: VER

DÍAZ y DÍAZ VILLAAMIL, Gabriel

 

  • Edad: 27
  • Profesión: Estudiante
  • Nacido en: A Pontenova (Lugo)
  • Vecino de: Cerdeiral­Vilaoudriz, A Pontenova (Lugo)
  • Muerto el: 25/02/1943

 

Más información:

«Xulgado en Lugo por rebelión militar co resultado de sentenza a cadea perpetua. Morte en prisión, no Hospital penitenciario de Pamplona de "anidremia por colitis".»

Fuentes: 
«Nomes e voices»

RODRÍGUEZ SOLLA, Amador

 

  • Apodo: "Tarzán"
  • Edar: 27
  • Profesión: Zapatero
  • Nacido en: Salceda de Caselas (Pontevedra)
  • Vecino de: Salceda de Caselas (Pontevedra)
  • Muerte: No consta

 

Más información:
¿Superviviente?

«Xulgado por rebelión militar co resultado de sentenza a cadea perpetua. Fuxido da cadea do Forte de S. Cristobal en Pamplona. Foi o último en ser detido o 14­08­1938.» [01]

«La fuga de 'Tarzán'. Uno de los evadidos permaneció casi tres meses escondido en una cueva

Una frase que se repite en los testimonios de los fugados supervivientes es «nos cazaron como a conejos». En poco más de tres días, todos los evadidos, salvo los tres que llegaron a Francia, estaban o muertos o de nuevo en el Fuerte de San Cristóbal. Uno de ellos consiguió que la búsqueda de presos se prolongara durante casi tres meses.

Fue Amador Rodríguez Solla, un zapatero gallego al que cuando tenía 27 años, en noviembre de 1936, un tribunal de Tuy, Pontevedra, le condenó a 30 años de prisión por un delito de rebelión militar , es decir, por oponerse a la sublevación militar contra la República.

Rodríguez Solla estuvo desde el 22 de mayo hasta el 14 de agosto escondido por los montes de Navarra. Cuando le capturaron y le devolvieron al penal, su compañeros le llamaban cariñosamente Tarzán. Su hazaña quedó registrada en el 'sumarísimo de urgencia nº 1.916-1938' del consejo de guerra. Lo cuenta el fiscal. «Las fuerzas de recuperación lograron el fracaso de dicho propósito de los evadidos ('dirigirse todos a Francia en tránsito para la zona roja, y unirse al marxismo para combatir contra las fuerzas del Generalísimo') y la detención y reintegración al Penal de todos los procesados, en distintas fechas muy próximas a la evasión, excepto el procesado nº 130 Amador Rodríguez Solla, que fue detenido y reintegrado al Penal el día 14 de agosto último, luego de permanecer desde la evasión hasta su captura oculto en una cueva de la que únicamente salía de noche para nutrirse de caracoles, ranas y yerbas».» [02]

Se sabe que a los supervivientes se les castigó severamente e impuso penas de 17 años a sumar a sus condenas anteriores, normalmente ya largas.

Fuentes:
[01] «Nomes e voices» (criterio de búsqueda: "Pamplona")

[02] El Sueño Igualitario-Recuperar la memoria de quienes soñaron con un mundo mejor para todos - VER

[03] En Memoria Pública aparece como "edad de defunción" 27 pero creemos que no consta defunción. ¿Entraría en la categoría de desaparecidos? VER